II
Funeral
- Kinny…Kinny vamos se que estas ahí sal ahora mismo o te sacare a rastras.
Kinny era consciente de que alguien la llamaba, también lo era de que debía contestar y pedir ayuda, a lo mejor su padre todavía podía sobrevivir, pero aun se encontraba paralizada, no podía moverse y tenía el cuerpo entumecido, por ella podía estarse quemando el mundo y no se daría cuenta, no lograba comprender lo que pasaba, su cerebro no le respondía, le costaba realizar las operaciones más simples como respirar o pestañear, pero una cosa tenía claro su padre había muerto, el cuerpo inerte bajo sus brazos era la prueba más real que tenia de este hecho y no la podía negar.
-Vamos Kinny sal de ahí, voy a entrar y espero encontrarte a la vista, porque si no te las voy a dar duras, me escuchaste- repitió la voz
Silencio eso era todo lo que se podía oír, Kinny aun se debatía internamente, la puerta chirrió y le basto solo con la mirada de horror de Fernando para convencerse definitivamente, su padre si había muerto, definitivamente el nunca más le volvería a sonreír.
-¿Que, que fue lo que paso aquí? – logro articular Fernando
- Ellos, -Kinny trago saliva dificultosamente el recuerdo grabado en su memoria era muy duro- unos hombres desconocidos vinieron lucharon con el… y- no resistió mas y rompió otra vez en llanto.
Fernando se acerco lentamente a Kinny, con la mirada clavada en el cuerpo que su hermana sostenía entre sus brazos, Fernando no lograba asumir lo que sus ojos le mostraban. Lentamente y cuidando de no rozar el cuerpo de su padre se agacho y abrazo a Kinny. La que lentamente se fue calmando al notar el conocido abrazo de su hermano Fernando. Tomando fuerzas de flaqueza Kinny prosiguió con su historia.
- Unos hombres desconocidos vinieron aquí, buscaban algo pero papa no se los quiso dar, uno de ellos se enfrento a él mientras el otro registro el taller, ese hombre rompió todo, cuando encontró lo que andaban buscando, el otro mató a papa- kinny contó todo esto a Fernando porque necesitaba desahogarse con alguien, aunque le oculto la información del orbe, ella sabía que su hermano se daba cuenta de que lo que había relatado no era todo, pero aun así prefirió callar
- Lo mato, ese hombre nos quito a nuestro padre, Fernando- no podía dejar de repetirlo, decirlo era como asegurarse de lo que había sucedido, para kinny todo era una pesadilla de la que en cualquier momento se despertaría, pero el cuerpo sobre el cual lloraba era la prueba de lo que no debería ser.
- Vámonos Kinny- Fernando lentamente levanto a su hermana y la arrastro fuera de ese lugar, mientras ella seguía murmurando que su padre estaba muerto.
Fernando aun estaba abrazando fuertemente a kinny, como intentando que su hermana no se cayese a pedazos, cuando hallaron a su madre en la cocina del hogar ella no se dio cuenta en un principio de la presencia de sus hijos.
-Mama- logro articular Fernando muy bajito.
- ¿Qué?- al darse la vuelta Ena Gurdmandh quedo horrorizada con el tétrico aspecto que ofrecían sus hijos, el vestido de kinny de un tono claro estaba talmente manchado de sangre, en su cara también había, tenía la cabellera apelmazada de sangre reseca, lo peor del aspecto de kinny era la expresión de su rostro desencajado por el horror, Fernando estaba un poco mejor, aunque compartía la tristeza y el miedo con su hermana. Las piernas de Ena no iban a soportar su peso por mucho tiempo mas, por lo que arrastro la silla más cercana hasta su posición y se sentó en ella, tomo su cabeza entre las manos, miro a sus hijos a los ojos y dijo:
- Contadme lo que os a ocurrido estoy preparada.
Mientras Fernando relataba lo ocurrido kinny aprovecho para escabullirse hasta su cuarto. Cuando llego a él se tendió en su cama serró fuertemente los ojos y se deshizo en lagrimas, lloro por su padre, lloro por su destino y lloro por todas las cosas por las que nunca había derramado una lagrima. Paso horas así hasta que cansada por el largo día vivido se rindió al sueño.
*
Los funerales de Leonardo Gurdmandh se realizaron con todo el lujo posible para un hombre de su categoría, se le vistió con las mejores ropas, fueron depositadas ofrendas y como homenaje a su vida de servicios a la corona, uno de los hombres de confianza del rey oficio la ceremonia fúnebre. El señor Oled fiel sirviente del Rey, como el mismo se proclamaba, era de baja estatura, con una calva prominente que asomaba bajo el gorro que se había colocado para ocultarla, unas espesas cejas cafés entrecanas le ocultaban los ojos de un color negro apagado y muy nerviosos que cambiaban de centro de atención a cada instante, su nariz era ganchuda y, para mala suerte del hombre pensó kinny, estaba desviada, parecía como si le hubiesen asestado un golpe en plena nariz, se hubiera quebrado y no cicatrizado bien, la boca del señor Oled era pequeña y mantenía siempre una mueca despreciativa. Una cosa que llamo mucho la atención de kinny fue que no tenia barba, este señor estaba totalmente afeitado. En conjunto el rostro de dicho señor no era muy agraciado, pero, esto lo compensaba ataviándose con los mejores lujos conocidos, kinny nunca en su corta vida había visto a una persona llevando tanto oro encima. Sus largos dedos estaban llenos de anillos de la más fina confección como pudo constatar cuando se acerco s su familia para darle su más sentido pésame, sus ropas eran de la mejor hechura posible y estaban todas bordadas con hilos de plata y oro que brillaban, para la satisfacción del hombre, cuando el sol le daba de lleno en las ropas. Su caballo era majestuoso, nunca se había visto tal animal por el pueblo de Nytius, de un color negro azabache que brillaba intensamente.El señor Oled a kinny no le inspiro mucha confianza con sus andares nerviosos y controlados, parecía no decir nada sin darle mil y una vueltas en su cabeza en busca de fallas o debilidades. A ella la miraba mucho, cosa que no le agradaba ni un poquito a kinny, a su madre también parecía taladrarla con la mirada como buscando respuestas a preguntas no dichas en voz alta. Al final kinny decidió que las miraba avariciosamente, como si ellas fuesen mercancías que se podían comprar con dinero, a ella le dieron unas ganas enormes de decírselo a sus hermanos para que pusieran en su lugar al señor Oled, pero recordó donde estaban y se contuvo sintiendo en su interior una enorme pena que parecía reconcomerla por dentro, al fin decidió ella sola vigilar a ese hombre sí que él se diera cuenta. El señor Oled tenía muchos secretos y era mentiroso, se dijo kinny al fin.
La señora Ena Gurdmandh estaba destrozada, se le veía distante y demacrada, bajo sus hermosos ojos verdes se estaban creando unas profundas ojeras púrpuras que le daban un aspecto muerto a su cara que, antes, siempre tenía un semblante feliz y relajado. Cuando cualquier persona le realizaba una simple pregunta se demoraba mucho tiempo en dar una respuesta coherente si es que al fin la daba y no ignoraba al consultante. Por estas razón y otras que las personas no se atrevían a decir todo el pueblo de Nytius sentía pena de la pobre viuda del armero Leonardo con cuatro hijos aun que criar y de los niños sentían lo mismo, unos pobrecillos pequeños que no podrían tener a su padre junto a ellos murmuraban la señoras de los alrededores.
La madre de Kinny aburrida por tantos comentarios sobre su familia le dijo a todo el mundo y todos los chismosos:
- A mis hijos y a mí no nos faltara nada, pues para ello yo aun tengo los dos brazos buenos y unas fuertes piernas con los cuales trabajar y sustentarlos sin la necesidad de pediros nada a ninguno de ustedes- les bramo alzando la voz a medida que tomaba fuerza y mirando a cada uno de los presentes- me entendieron.
*
Kinny se había encerrado en su cuarto desde el momento en que revelo la verdad a su madre sobre el asesinato de su padre, omitiendo concienzudamente algunas partes como la petición de Leonardo, no estaba segura de poder decirle eso a otra persona. Había tomado la determinación de quedarse encerrada hasta que hubiese resuelto como llevar a cabo lo que prometió a su padre. En la pequeña habitación que tenia para ella sola en casa (los trillizos compartían un cuarto) daba vueltas y vueltas alrededor de la cama con mil y una pregunta rondándole la adolorida cabeza que parecía pesarle doscientas veces más de lo normal y para colmo de todos sus males, pensaba, no tenia respuesta para ninguna de ellas. La pregunta más recurrente que se realizaba era ¿Qué cómo iba a lograr realizar la tarea encomendada? Y se respondía a si misma que la única solución viable por el momento seria que tendría que abandonar a su familia. Cada vez que se daba a si misma aquella respuesta le dolía el alma, aunque no podía dejar sin pagar a los asesinos y además estaba el orbe, esa esfera que tanto daño había provocado en su familia, su misión era encontrarla y destruirla, de esa forma las palabras de padre no se harían realidad.Kinny se había recostado en la cama con el fin de poder aquietar todos sus pensamientos y poder aclarar algunas dudas cundo tubo una idea salvadora: para poder cumplir lo prometido se escabulliría a media noche con su caballo Charles para no ser detectada por la familia, les robaría algunas prendas de vestir a sus hermanos- de esa forma podría evadir a los vagabundos, porque era muy raro ver viajando a una jovencita por los desiertos caminos del reino -, sacaría comida a escondidas de la despensa y rellenaría su bota de agua. Lo más duro para kinny no sería la huida, si no despedirse de su familia, pues, si se marchaba así como así ellos se preocuparían demasiado y la buscarían, cosa que ella no quería, corriéndose la voz de que la hija del recientemente acecinado Leonardo Gurdmandh estaba perdida, esos repudiables asesinos se enterarían y se esconderían o intentarían deshacerse de ella. Dejando de esa forma su promesa inconclusa.
Debía solucionar ese problema de algún modo y rápido, no le quedaba mucho tiempo. De repente a su mente acudió la solución rápida y fácil: escribiría una carta, una tarea no muy difícil de realizar, pensó.
Se levanto lentamente y se puso en moviendo de inmediato. Lo primero que debía hacer era buscar una pluma y pergamino donde escribir, en ellos dejaría su mensaje a madre. El mejor lugar de la casa para hallarlos era la biblioteca de padre un lugar sagrado dentro del hogar de la familia Gurdmandh. Aunque el padre de kinny era un herrero, también estaba fascinado por los libros y escritos, una muestra de ello era la inmensa biblioteca que había ido formando alrededor de los años. Cuando kinny hubo traspasado la doble puerta que velaba el paso a este recinto se encontró con la reconfortante visión que desde niña la tenía cautivada. Todas las paredes del recinto estaban tapizadas por, fila tras fila, de libros, con distintos tamaños y encuadernaciones, unos de piel, cuero, madera y hasta existía uno que tenia las tapas de oro. Ese libro siempre había llamado la atención de kinny pero su padre nunca dejo que ella lo viese y menos aun que lo leyera, de niña pensaba que contenía historias de miedo, pero, ahora imaginaba que no deberían ser historias de miedo, sino, algún secreto que le rebelaría muchas preguntas. Estuvo tentada de tomarlo y leerlo, pero, en el último momento recordó que la convocaba y se centro en buscar lo que necesitaba y marcharse de allí. Rebusco entre los cajones donde se guardaban las facturas de las armas y otros papeles hasta hallar lo que buscaba. Con el botín entre las manos salió de la biblioteca, sin antes darle una mirada de despedida a aquel libro tan misterioso, cerrando silenciosamente las puertas a su espalda.
Cuando estuvo nuevamente en su cuarto volvió a respirar con tranquilidad, durante todo el corto camino de regreso la idea de ser descubierta con su pequeño botín la estuvo atormentando. Dejo todo sobre el pequeño escritorio que tenía en una de las esquinas y se sentó frente a él. Con la pluma firmemente tomada y la vista clavada en la blanca hoja de pergamino comenzó a desesperase no lograba dar con las palabras apropiadas para dejar tranquila a madre y que no fuera a buscarla, kinny creía que cualquier cosa que escribiese la delataría arruinando su plan. Cuando llevaba por lo menos unos quince minutos mirando la blanca hoja y pensando se le ocurrieron de súbito las palabras apropiadas y con mano temblorosa escribió:
Mamá. Estoy bien, no mandes a nadie a
buscarme. Se cuidarme sola.
Los quiero mucho. Kinny
Espero poder volver pronto.
Luego de esto y con un nudo en la garganta y aguantando a duras penas las lagrimas enrolló cuidadosamente el pergamino, lo ato con una cinta y lo guardo bajo su propia almohada para poder sacarlo rápidamente llegada la hora de emplearlo y se dispuso a seguir con su tarea.
Se escabullo con muchísimo cuidado para no hacer ni el más mínimo sonido para no alertar a nadie de su presencia y se dirigió al cuarto que compartían los trillizos el que, para su suerte, estaba completamente vació, ellos debían estar seguramente aun en el funeral, al que ella se negó rotundamente a asistir, revolvió los cajones y saco ropas de trabajo, unas calzas holgadas y un par de camisas limpias. Cuando se colocara esas ropas de hombre seria mas difícil descubrir que ella era una chica. Formo un fardo con las ropas y lo oculto en el establo debajo de un montón de paja, que ella misma tenia acumulado para esto, desanduvo sus pasos hasta la casa y entro a la cocina. Rebusco por los armarios y saco pan, un trozo de queso, carne seca y relleno su bota de agua. Envolvió todo esto en tela y lo escondió en el establo bajo el mismo montón de paja de antes. Cundo salía del establo una vez más le vino de repente una pena tremenda, la vista se le puso borrosa a causa de las lagrimas que le anegaban los ojos, la respiración se le volvió trabajosa a causa de los gemidos que se le escapaban de pura pena y rabia. Instintivamente busco la causa de esa ración y no le sorprendió para nada encontrar frente a ella la puerta de la armería. Guiada por la necesidad siega de despedirse de ese lugar que tantos buenos y malos recuerdos le producía arrastro lentamente sus pesadas piernas en esa dirección. Cuando se encontró frente a la puerta acaricio la madera con la yema de los dedos sintiendo el áspero tacto que tenia esta y presionándola levemente la abrió escuchando con el corazón comprimido como crujían los goznes de la puerta. Kinny quedo paralizada en su sitio cundo descubrió a una figura solitaria e inmóvil frente a ella que la estaba esperando sentada en frió suelo de tierra, al escuchar sus pasos la figura levanto la cabeza y la contemplo mudamente, contuvo aduras penas un grito que comenzaba a formársele en la garganta al percatarse de que la figura sentada pertenecía a su hermano Fernando. Avanzo hasta llegar donde él se encontraba y se sentó junto a su lado en el duro suelo de tierra, Fernando la rodeo automáticamente con los brazos y la apretó fuertemente, Kinny intento ahogar un duro sollozo, pero al no ser capaz de controlar sus emociones las dejo salir al exterior y lloro amargamente en brazos de su hermano, lloro en silencio por lo que le había tocado contemplar, lloro también por lo que le tocaría abandonar y lloro solo por llorar, solo para poder limpiar a su cuerpo de aquel sufrimiento.
Permanecieron acurrucados en el suelo largo tiempo, todo el que se les antojo disfrutar a solas de su mutuo sufrimiento, Kinny deseaba poder contarle absolutamente todo a su hermano, pero sabía que de esa forma se le haría más dura la huida y no quería complicar lo complicado, pero sentía que debía decir algo.
-Fernando, júrame que cuidaras de mamá pase lo que pase- le pidió ocultando la cara entre el cabello, no quería decir nada más porque sabía que no sería capaz de esconderle el secreto a su hermano
Fernando la miro interrogativamente sin saber que decirle acaso Kinny le estaba ocultando algo.
-No te preocupes, yo la cuidare- respondió mientras le frotaba la espalda, estaba seguro de que su hermana le ocultaba algo y estaba dispuesto a averiguar lo que se traía entre manos a como diese lugar.
Permanecieron allí abrazados en el taller de su padre recientemente fallecido hasta el atardecer. Las lágrimas no cesaban de recorrer sus rostros silenciosamente, pero en un gesto mudo se detuvieron era como si no les quedasen lagrimas que derramar cuando esto ocurrió ambos hermanos aun abrazados se pusieron en pie y emprendieron la marcha hacia su hogar caminando por última vez por el taller de su padre. Cuando se encontraban a pocos pasos de la puerta Kinny se percató de un pequeño rayo de sol que daba sobre algo que emitía un tenue brillo, se quedó contemplándolo inmóvil mientras su hermano la esperaba en el umbral de la puerta.
-¿qué pasa?- pregunto preocupado. Mientras miraba en derredor examinando los posibles peligros que habían detenido a su hermana.
-Yo…-Kinny quería quedarse a solas en taller para poder ver qué cosa era aquella- me gustaría estar un momento a solas, ve tu yo te alcanzo en un momento- respondió mientras le daba un cariño abrazo y lo dejaba para que se fuera.
- apresúrate, mamá ha de estar preocupada por nosotros- Fernando no tenía muchas ganas de dejarla sola pero se fue, si se demoraba mucho iría buscarla.
Cuando Fernando se marchó Kinny cerró inmediatamente la puerta para que por si se arrepentía no pudiese entrar.
Contemplo el solitario lugar recordando los momentos de diversión vivida allí con su padre. Aun lo sentía martillar el acero al rojo vivo que luego sería empleado para la fabricación de las regias espadas que los nobles ocuparían en sus afrentas. Kinny desde que había tomado conciencia del trabajo de Leonardo había querido ser herrera ella también, pero cuando le había comunicado su anhelo a su padre este se había negado rotundamente alegando que aquel trabajo era para machos brutos como Lucas y Fernando y no para mujeres inteligentes como lo sería ella en un futuro. Kinny rió amargamente pensando en esto porque ahora aunque no lo quisiera su padre se transformaría en una asesina para poder vengarlo y ya no sería aquella noble joven que él deseaba. Siguió recorriendo el lugar hasta que llego a una parte del terreno que estaba manchado irregularmente y presentaba un extraño tono rojizo. Lo observo sin poder lograr comprender que había sucedido allí hasta que al final observando el lugar comprendió. Allí había sucedido un asesinato que ella contemplo de primera mano. En aquel lugar había perdido la vida su padre. Apretó los puños conteniendo los deseos de golpear algo pues sabía que eso no aliviaría su rabia sino solo heriría sus manos. Se apartó de inmediato del lugar esquivando aquel antiguo charco de sangre y se dirigió hasta donde estaba el objeto que le había llamado su atención. Se agacho para recogerlo y se percató de que era el martillo que ocupo Leonardo para defenderse de aquellos infelices. Lo tomo en sus manos observando las muescas producidas cuando había detenido la espada de su adversario y las pequeñas manchas de sangre del mismo y de Hudro. Kinny miro aquella rudimentaria arma y se juró a si misma que aquel martillo seria lo único que ocuparía para matar a aquellos infelices aunque pereciera ella y se perdiera aquel maldito orbe.
Kinny con el martillo fuertemente tomado abandono el lugar serrando la puerta a sus espaldas sin mirar el lugar que había marcado su corta vida.
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